top of page
  • Foto del escritorDeb Schvartz

Abracadabra


Aún recuerdo el día en el que comenzó a desaparecer Iván.

Estábamos los dos en mi departamento cuando escuché una taza romperse. Corrí hacia la cocina y le pregunté asustada si estaba bien; me respondió algo consternado –No te preocupes, no pasa nada– y sujetó la pava con fuerza, como si tuviera miedo de que se le escapara.

Ese día todo siguió normal y sin inconvenientes, aunque antes de volver a su casa me dijo que se sentía un poco extraño y me pidió perdón por andar rompiendo cosas ajenas. Sonreí y no le di importancia, de todos modos qué daño puede hacerme una taza menos en la alacena.

A los dos días ocurrió algo similar.

Estábamos en un barrio que no conocía, acompañándolo a comprar unas cosas de no sé qué, mientras hablábamos de algo sin sentido que habíamos visto en la televisión. En un momento en el cual me distraje viendo a unas palomas picotear de la basura, entorné mi vista hacia él para hacerle un chiste y noté que había desaparecido... y me asusté. Grité su nombre y al no recibir respuesta corrí una cuadra entera de punta a punta buscándolo asustada. Cuando me di vuelta, allí estaba Iván, cansado, transpirado, diciéndome que había corrido por detrás gritando –¡Aquí estoy! ¿Es que no me ves?–. Le dije que esas bromas me parecían de mal gusto, sin embargo insistió que jamás bromearía con algo así.

Ése fue el comienzo de una serie de desapariciones que fueron incrementándose día a día y que ninguno supo detener. En aquel entonces jamás se me ocurrió pensar en cuál habría sido la causa, si bien me esforcé en buscarle una explicación... ¡Pero es que no la tenía! No había motivos para que alguien, de la nada misma, comenzara a esfumarse como si se tratara del humo de un cerillo ; jamás en mi vida había siquiera sospechado de aquella posibilidad. Pero Iván la volvió tangible, creíble… tristemente creíble, diría yo.

Tratamos de buscar alguna explicación o receta mágica en libros de medicina, psicología, esoterismo. No había nada allí que nos diera una mano. Ni siquiera un caso registrado para tomar de ejemplo. Una vez leímos sobre las desapariciones en el Triángulo de las Bermudas pero, entre página y página, no sólo Iván desapareció momentáneamente sino que, según lo registrado en el documento en mano, no habría conexión espacio-temporal al momento de sus desapariciones, por lo que en ese caso en particular, si algo llegara a desaparecer en el Triángulo, es como si vagara dentro de una brecha (algo así como un agujero negro) y quedara estancado allí dentro por siempre. Pero no, éste no era el caso de Iván. Él decía que estaba al lado mío pero que yo no podía verlo ni escucharlo; tampoco podía tocarlo o él tocarme a mí ni a ningún objeto. Era como un fantasma… o más o menos algo así.

Probamos con brujos, gitanos, magia negra, magia blanca, tarot, runas… y ya no recuerdo qué más. Pero nadie nos podía decir nada ni solucionar las desapariciones (si bien gastamos mucho dinero en todo eso).

Un día tuve la oportunidad de ver cómo un brazo y una pierna de Iván desaparecían como por arte de magia, y al ver que no podía hacer nada para ayudarlo, sólo atiné a llorar hasta que todo volvió a la normalidad. Llegó a un punto tal que nuestros amigos en común ya no podían verlo, salvo raras excepciones.

Por más que se lo propusiera, Iván no podía hacer que nuestras amistades lo vieran por la calle. Ni siquiera sus familiares. Sólo yo podía tener contacto con él, y no siempre duraban lo que debían, porque cuando Iván se daba cuenta que ya no podía verlo, se cansaba de intentar hablar conmigo y se volvía a su casa.

La última vez que lo vi estábamos en mi departamento. Iván me abrazó repentinamente, muy fuerte, como premeditando el final. Me besó en la frente y, sin más, desapareció sin dejar rastro alguno. Y en cuanto a mí, me resigné, así sin más también, porque qué podía hacer yo para remediar la pérdida.

Lo triste es que nadie lo recuerda, absolutamente nadie. Es como si jamás hubiera existido. Solo yo recuerdo a Iván.

De todos modos me gusta pensar en la idea de que nunca se fue, sino que sigue por aquí, vaya uno a saber haciendo qué. Ése, créanme, es mi único consuelo... un consuelo que también me va a servir para cuando desaparezca. Y digo esto porque hace unos días, mientras tomaba café, sentí cómo la taza se deslizaba de mis manos y caía al piso manchando groseramente el parqué. Me asombré al ver que la taza pasaba por entre mis manos como si se tratara del aire y no por una simple torpeza mía. Y me quedé en silencio durante casi una hora.

Intenté no asustarme ni entrar en pánico ante la situación ya que sabía lo que me esperaba. Es decir, ya lo había vivido antes con Iván... ¿Qué más podía hacer salvo dejar que todo fluya?

Hoy me desperté temprano, y al salir de mi cama ya no pude siquiera verme al espejo. Por lo que creo que tal vez sea correcto (antes de desaparecer del todo) dejar testimonio de este hecho y dejar testimonio sobre mí, algo que debería haber realizado antes y durante las desapariciones de Iván.

Con esto voy a demostrarle al mundo que, por alguna razón, algunos de nosotros estamos desapareciendo y es importante estar alerta ante semejante situación.

Y por último, antes de despedirme de todos, quiero dejar constancia que creo que he resuelto el enigma y que he encontrado la causa por la que estos extraños sucesos están ocurriendo. Del por qué Iván desapareció y por qué ahora yo lo estoy haciendo. Lo medité lo suficiente tras mi experiencia anterior, y realmente creo haber llegado a una conclusión. La causa de las desapariciones tiene que ver con

1 visualización0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page