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  • Foto del escritorDeb Schvartz

Despoesía



¿Cuantas gotas de lluvia han caído ya en esta puta ciudad?

Gotas del cielo, de nubes oscuras y gotas, muchas gotas de sí.

Y es que al final resulta ser lo mismo.

Porque ella no es más que una mancha de humedad en una pared azul, que parece celestial pero no es más que concreto seco.

Y es que a lo lejos cree ver que en cada gota que se va se esconde más que pesar, el herrumbre de un ideal y un poquito de desasosiego.

Entonces la realidad, que poco tiene de bondad, la golpea tan fuerte que termina por resquebrajar ese muro por cielo.

Y le deja por piedad apenas un poco de ilusión de lo que cree ser la salvación de un cuerpo que ya nada tiene dentro.

Y no termina, ella quieta y su mente camina.

Parece, pero no es lo mismo, porque las estrategias ya han dejado de funcionar. Y esas gotas de humedad, de llanto, lluvia y de dolor se convierten en la droga que resbalan de un gotero.

Se sumergen en el vaso que ella opta por tomar y terminar así sin más en convertirse en poco más que nada.

Y aunque no sea de creer, reza por su bienestar, la salud de los demás y que el dolor por fin termine.

Y no termina, la humedad invade y una tormenta avecina.

Le dijeron, una y mil veces, palabras bonitas para adornarle el alma.

Pero pobres de aquellos que se olvidaron que, además de humedad, ningún alma anida allí.

Y viviendo, una y otra vez, una vida de cartón, la lluvia logró por fin humedecer lo poco de cartulina que reposaba al fin.

Y en vez de entrar en razón, discute con pasión que en cada lágrima de lluvia cabe un poco más de literatura.

Mientras la impotencia sigue allí, golpeando tras de sí, esperándola despierta cuando demasiados vasos han pasado ya.

Y no camina, la humedad sigue y la domina.

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